martes, 30 de diciembre de 2014

2014 letra a letra

Por muy descuidado que tenga el blog, las tradiciones son las tradiciones. Con la lista ya terminada, y haciendo un pequeño repaso, me doy cuenta de que la primera parte del año ha sido la continuación del horror de 2014. Lo bueno es que el cambio por fin ha llegado, y no podría haber sido en un momento mejor.

Vamos a ello:

A: autoestima. Es algo que precisamente nunca me ha sobrado pero el cambio de trabajo le ha venido bien para engordar un poquito, que la pobre se había quedado muy pequeñita.

B: bodas. Sí, amigos, hemos llegado a esa edad en la que las bodas empiezan a acumularse. En 2014 sólo han sido los anuncios, las bodas se celebran en 2015. Tres en concreto, y del mismo grupo de amigas, para no poder repetir vestido. ¿Alguna interesada en intercambiar ropa que tenga mi talla?

C: carreras. Tampoco es que me mate, pero de no verle la gracia a estas cosas a apuntarme a tres carreras este año (dos de obstáculos), va un trecho. Ya sabes cómo son estas cosas: te apuntas a la San Silvestre con una amiga y al final acabas revolcándote por el barro y subiendo alpacas de paja de 3,5 metros. ¿Y todo esto por qué? Eso mismo preguntó mi profesor de inglés del curro (creo que debería explicar en alguna letra el origen de las clases de inglés del curro) un día que todo el mundo llegó tarde y parecía que aquello iba a ser una clase particular. Respuesta: porque necesitaba saber que puedo (creo que también debería explicar en algún momento cómo llegué a aquello).

D: delgada. Sí, ya sé que lo he negado y he intentado escaquearme cada vez que alguien me lo decía, porque no ha sido voluntariamente ni considero que me sobrara nada. Si alguien quiere regalarme un cinturón por reyes, bienvenido sea.

E: esfuerzo. ¿Crees que el esfuerzo no vale para nada? Pues cambia de trabajo. Y lo digo totalmente en serio.

F: familia. ¿Sabes eso que dicen de que cuando te vas de casa te llevas mejor con tus padres? Pues es cierto. En cuanto terminan los chantajes emocionales, "dónde vas a estar mejor que en casa", "pues no sé cómo te has ido tan lejos", "¿pero cómo no vas a venir a comer este fin de semana?", "¿esto te lo vas a llevar o lo tiro a la basura?", "¿pero qué tienes que hacer en tu casa?" y esas cosas, luego ya todo va bien. Aunque eso no quita que un día llames a tu madre por teléfono y te caiga una bronca sin saber de dónde viene.

G: gimnasio. Un poquito menos desde septiembre, porque ahora tengo la piscina, pero si no fuera nunca hubiera empezado con las carreras de obstáculos.

H: hierros. Se acabaron los sufrimientos, que te miren mal en el trabajo por tener que ir a revisión de ortodoncia todos los meses y que el aparato se quede más comida que yo (a lo mejor perdí peso por eso...). Ahora sólo tengo que llevar un plástico durante un montón de horas y acordarme de pedir cita al dentista cada tres meses.

I: idiomas. A excepción de las clases de inglés que nos dan en el trabajo, ha sido mi asignatura pendiente en 2014. A ver si en 2015 puedo dedicarle algo de tiempo al alemán, que cuesta mucho aprenderlo y se olvida muy rápido.

J: junio. Ese mes hice una entrevista de trabajo, conseguí un nuevo trabajo y me fui de viaje al culo del mundo. No está mal. ¿verdad?

K (contiene la): friki. Bueno, esto no es una novedad de 2014, pero este año me he dado cuenta de que soy el consultorio de mis amigos sobre series y dónde encontrar contenidos digitales de dudosa legalidad.

L: lúpulo. 2014 ha sido el año de la cerveza. No es mi culpa: el médico me dijo que podía seguir bebiéndola pese a estar tomando drogas (con receta) y hay una cervecería estupenda a unos minutos de mi casa.

M: metro. Hay cosas que nunca cambian, y mi guerra con el Metro de Madrid es una de ellas. ¿Por qué por la noche los trenes están sincronizados para que pierdas el transbordo y tardes el doble en llegar a casa? ¿Cuándo van a climatizar la línea 5? ¿Por qué siempre hay (al menos) una escalera mecánica rota? ¿El metro lo limpian alguna vez? ¿Hay alguna respuesta correcta y precisa a la pregunta "a qué hora cierra el metro"?

N: nadar. ¿Que no es para tanto? Será para ti. Tuve que dejarlo por mi antiguo trabajo y volver a la piscina (a otra piscina) ha sido de lo mejor que he podido hacer en 2014. Eso sí, flipa con las tasas de Ana Botella para quienes queremos hacer deporte en la capital del reino.

Ñ (contiene la): mañanas. Las he recuperado para mí y por fin puedo hacer lo que me dé la gana, tener una rutina y vivir desconectada del trabajo.

O: nombre de sobri. Otro sobri, sí, pero este es un poco más sobri, aunque vive un poco lejos. Nació hace una semana en Londres, así que ya tengo excusa para viajar en 2015.

P: Phnom Penh. La capital de Camboya, una ciudad totalmente prescindible y una de los lugares que recordaré toda mi vida. Me liaron para un viaje al sudeste asiático en el que me lo pasé muy bien, pero la llegada esta ciudad fue totalmente traumática. A lo tarde que llegamos le añades el turismo sórdido y una amiga a la que no le vale ninguno de los alojamientos que veíamos por el camino (las ratas que campaban a sus anchas por la calle eran lo de menos). No hay cerveza barata suficiente en Camboya para compensarlo.

Q: quemada. Ya no estoy así, pero cada vez que hablo con mis excompañeros me entra el bajón porque veo siguen igual, y algunos incluso van a peor. Ya sé que no debería preocuparme pero con algunos aún sigo teniendo relación y entiendo mejor que nadie por lo que están pasando.

R: reencuentros. Llamadas sorpresa de "¿nos tomamos una cerveza? Estoy en Madrid", amigas de otra ciudad que ahora viven en la misma ciudad que tú, excompañeros que te echan de menos, gente con la que perdiste el contacto, personas a las que apenas conocías y ahora hablas con ellas todos los días... y así ha pasado un año.

S: salud. Mejor que en 2014, la verdad, aunque se tarda en volver a estar al 100%. Cambiar de vida también ayuda.

T: trabajo. El cambio no había podido ser más oportuno. En algo más de seis meses he aprendido más que en casi tres años en mi antiguo empleo. Tampoco tengo que lidiar con las injusticias que me estaban matando poco a poco y el horario es parecido pero está más cerca de mi casa y mejor comunicado y además no tengo que echar "horas extra" en mis horas y días libres, un tiempo que ahora es para mí.

U: uñas. Ya casi he dejado de mordérmelas, en parte gracias al aparato. ¿Ocurrirá el milagro en 2015?

V: veintinueve. Será mi última edad con v, porque en 2015 ya cambiamos de decena.

W: Wall Street. ¿De qué va mi nuevo trabajo? Pues ahí estoy, haciendo un curso acelerado de finanzas.

X: x. Sin más, como las incógnitas de las ecuaciones. Siempre me ha puesto muy nerviosa no entender cosas que me afectan directamente, pero últimamente me inquieta cada vez menos. ¿Estaré convirtiéndome por fin en una persona adulta?

Y: Yellen (Janet), presidenta de la Reserva Federal. No os dejéis engañar por esta señora que parece una abuelilla de las que tejen jerséis de reno. Después de tener que seguir en directo una intervención de hora y media sin traductor de esta señora, mi vida nunca volverá a ser la misma. Igual que con Phnom Penh, me ha quedado trauma.

Z: zapatillas. Las que tengo para correr son nuevas y son muy bonitas pero lo mejor de todo es que mi padre se ha comprado unas iguales. No es que me alegre que me haya 'copiado', lo que me alegra es que está más animado y tiene ganas de volver a hacer ejercicio (y tiempo). También mis zapatillas del Camino de Santiago se han portado en 2014: han sobrevivido a dos carreras de obstáculos y a un viaje al sudeste asiático.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Ya están aquí

Colas kilométricas que no sabes dónde terminan, una calle comercial que parece Tokio, gente que entra en el metro como quien entra en Disneylandia (pero empujando más), gorritos horteras, niños forrados de ropa de abrigo que intentan atravesarte corriendo cinco metros por delante de sus padres... Pues sí, ya están aquí las navidades.

Da igual que en el supermercado lleven un mes vendiendo turrones y mazapanes y que ya te hayan colocado la lotería del trabajo, de la familia, del bar, del gimnasio, de la piscina y de la peña atlética de Villar del Río, que ni sabes dónde está el pueblo ni por qué tienen peña atlética ni cómo has acabado con una participación. Da igual, porque la Navidad se manifiesta en todo su apogeo ahora, cuando sales del metro en Sol y piensas que ha vuelto el 15-M y tú no te has enterado.

El centro de las grandes ciudades se convierte en un peligro para tu salud mental, pero también para tu integridad física. Y lo digo en serio, porque lo he vivido: el otro día estaba esperando en Gran Vía y tres generaciones de una familia más bien tirando a amplia decidieron comenzar a reagrupar niños en el punto exacto donde me encontraba. Ya veía que iban a empezar a andar y me iban a arrastrar con ellos, como en la estampida de ñus de 'El rey león'. No os aburriré con los detalles de cómo conseguí escapar sin que tuviera que intervenir la Policía, pero ya veis que estoy viva.

Pero lo peor es lo que queda: la fiesta de Navidad de la empresa (con el agravante de que este año soy nueva y no conozco a nadie), la odisea de comprar los regalos, que cuando ya tengas todos los regalos comprados te llame tu madre para encargarte que les compres algo a los hijos de tu primo, que cuando ya hayas comprado tus regalos y los que te ha encargado tu madre te llame tu padre para preguntarte qué le puede comprar a tu madre, la cena de Nochebuena muriéndote de aburrimiento en casa de tu tía y que la única escapatoria a ver la misma peli de todos los años por vigésimotercera vez sea la misa del gallo, el infierno de organizar cenas, cuadrar agendas con los expatriados que vuelven a casa por Navidad (esto en realidad me gusta, pero me dan pereza las cabriolas para encajar muchas cosas en poco tiempo), cuadrar agendas con el resto de gente que también tiene cenas y amigos expatriados que vuelven a casa por Navidad y la multiplicación de gente en el gimnasio (con lo bien que se está en noviembre, que ya han desistido los que deciden apuntarse después de las vacaciones pero aún no han llegado los de los propósitos de fin de año).

No nos engañemos, en el fondo nos gusta. Aunque este año vayan a regalarte otra vez unos calcetines de rombos y el último Premio Planeta o una caja de sombras de ojos que nunca vas a usar. Aunque no se pueda pisar el centro. Aunque haya líneas de metro y autobús que es mejor evitar, incluso si para ello tienes que cambiar tu itinerario al trabajo.

Y Mariah Carey, no os olvidéis de Mariah Carey.

viernes, 31 de octubre de 2014

Fauna de gimnasio

Ya que le he dedicado una entrada a la fauna piscinera, lo menos que podía hacer era corresponder también a la fauna de gimnasio. Al cambiar de casa, también cambié de gimnasio y, salvo pequeñas diferencias, la fauna que se puede encontrar en un gimnasio de Fuenlabrada y en uno de cualquier barrio de Madrid es exactamente la misma.

- Señoras que boicotean las clases. El requisito de una señora para escoger clase es "me viene bien de hora". Con este criterio tan amplio, lo mismo se meten a pilates que a un entrenamiento de alta intensidad. El problema no lo van a tener ellas, faltaría más, sino el profesor que dé la clase y la gente que sí sabe en qué clase se está metiendo. Por algo son mayoría.

¿Alguna vez te has preguntado por qué cada vez hay más clases de zumba y de pilates y algunas actividades están casi desapareciendo? Exacto: las señoras.

- El chaval regordete que va a todas las clases. Al contrario que las señoras, no es que elija las clases que le vengan bien de hora, es que todas las clases le vienen bien. Es posible que viniera de regalo con la licencia de zumba.

- La septuagenaria que levanta la pierna hasta 180 grados. Nunca, repito, nunca, entres a una clase de yoga en la que esté ella: saldrás con la moral por los suelos. También es posible que lleve 40 años entrenando y tú, como mucho, llevas dos o tres. Ésta creo que viene de regalo con la licencia de pilates.

- Fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Es posible que para abrir un gimnasio exijan una cuota de policías, militares y bomberos. La cantidad depende del número total de gente que se haya matriculado en ese gimnasio.

- Osos. ¿Has visto a ese barbudo grandote que está tan en forma? Pues juega en otra liga. En concreto, en una liga en la que sólo hay barbudos grandotes, y no es la ASOBAL.

- Los enteradillos. Una de las razones para llevar tu propia música al gimnasio (además de no tener que aguantar Máxima FM) es protegerte de las lecciones de los enteradillos. Como te pillen por banda, estás perdida. Ellos saben exactamente cómo hay que entrenar, a qué hora concreta, qué hay que tomarse antes y qué hay que hacer después. Y son tan majos que están dispuestos a compartirlos con el mundo entero. Un consejo: huye.

- Chicas con leggins. Por alguna razón que no alcanzo a entender, hay mujeres que renuncian voluntariamente a la comodidad y la opacidad que proporciona la ropa deportiva. Los leggins son a los gimnasios lo que los bikinis a las clases de natación. Hay un nivel más: las de los leggins estampados, que son las mismas que van a nadar en trikini.

- La hormiga atómica. Término acuñado por mi madre, se refiere a esa chica pequeñita que parece poca cosa pero en su interior tiene una fuerza sobrehumana y una resistencia bestial.

- Madonna. Tiene el mismo pantone de pelo y el mismo cuerpo que la cantante. Y lleva las mismas mallas de colorinchis.

- Los Hyundais. Mucha carrocería pero poco motor. No hacen falta más explicaciones.

domingo, 28 de septiembre de 2014

La Puerta de la Luna

Si hay algo que me gustaría tener en casa (además de calefacción cuando llega el invierno) es una Puerta de la Luna. No sé muy bien cómo se puede instalar una en un tercer piso pero eso es lo de menos.



Hasta tengo una lista mental de gente a la que tiraría por mi hipotética Puerta de la Luna en caso de tenerla. Por ejemplo:

- La amiga pesada que siempre viene llorando a contarte la misma historia.

- Algún exjefe.

- Esa persona sin la que tu entorno laboral sería algo más agradable.

- La gente que no responde a los mensajes.

- La señora de edad indefinida que va a todas las clases del gimnasio porque le van bien de hora y luego se queja de la clase.

- Esa gente que te marea durante días, a veces incluso semanas, para quedar una tarde y siempre recula en el último momento.

- El vecino de los horarios imposibles que lo mismo despierta a medio bloque por la noche muy muy tarde que por la mañana muy muy temprano.

- Los que saturan los grupos de wasap.

- La taquillera del cercanías que nunca me hace ni puto caso y sólo me da a la primera lo que le he pedido una de cada cuatro veces.

- Según el día, a mí misma.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Fauna piscinera

Como no puedo tener trauma por la vuelta al trabajo, porque llevo sin tener ni un día libre como una pringada desde el 30 de junio, el susto me lo he llevado al volver a la piscina. Bueno, realmente no ha sido una vuelta, porque no he vuelto a mi piscina de siempre, sino que he ido a una nueva. Vale, tampoco "nueva", dejémoslo en otra distinta.

Y ese ha sido uno de los sustos: que las instalaciones en cuestión podrían considerarse resto arqueológico. Y la gente que me voy a encontrar tres días en semana de aquí a final de curso estuvo en la inauguración.

Lo que no cambia de una piscina a otra, independientemente de su ubicación (y de cuánto tiempo lleve allí), es la fauna que podemos encontrar:

- Los 'asfixiaos'. Se pueden encontrar en cualquier actividad deportiva dirigida, no son una especie exclusiva de las piscinas. No se van a dejar adelantar por nadie, y menos por ti; ya puedes ser Michael Phelps, que su orgullo siempre va a ir por delante. Esto les suele durar unos cinco minutos, después ya empiezan a respirar como osos asmáticos y, con un poco de suerte, consiguen llegar al final de la clase saltándose largos/series/repeticiones de algún ejercicio.

-Señoras de edad y forma indefinidas. Uno de mis mayores miedos es que una de ellas se me acerque y me diga "Yo de joven era como tú". El día que eso ocurra, me meteré debajo de la mesa a llorar muy fuerte y nada podrá hacer que salga de ahí en dos meses. Bueno, quien dice "nada" dice "Jason Bateman con una cerveza y un helado".

- Señoras pudorosas. Se duchan y se cambian sin quitarse el bañador. Incluso son capaces de quitarse el bañador sin quitarse el bañador. ¿Cómo? Pues no lo sé, pero pueden hacerlo.

- Madres escandalizadas. Entran en los vestuarios y en las duchas de mujeres con una legión de niños (niños de género masculino, para más señas) y se ponen a criticar en voz alta y con toda la indignación que son capaces de reunir que ¡en los vestuarios de mujeres hay mujeres desnudas! Este podría ser el origen de las señoras capaces de quitarse el bañador sin desnudarse.

- Niños, muchos niños. Más vale que tengas controlada la hora a la que llegan para no coincidir con ellos. Como no llegues a la puerta de la piscina antes del segundo exacto en que les abren la puerta del autobús, entrarás en un atasco sólo comparable a una operación llegada en domingo entrando a Madrid por la A-6 con lluvia y accidente múltiple un kilómetro por delante.

jueves, 3 de julio de 2014

Volver

Soy consciente de que, desde hace un tiempo, he tenido el blog más que abandonado. Las circunstancias no han acompañado y no me apetecía nada nada nada ponerme a escribir en mis ratos libres. Tras una época no muy buena, las cosas (algunas cosas) por fin han cambiado a mejor, por lo que estoy haciendo todo lo posible por recuperar todo lo que tenía antes (al menos, todo lo que se pueda recuperar a estas alturas).

Hoy me he reafirmado en la opinión de que el hecho de que las cosas vayan mal no es excusa para no dar lo mejor de ti mismo, y de que siempre habrá un sitio donde se te quiere y se te aprecia; de que depende de nosotros mismos y de nuestra actitud la huella que dejemos al cruzarnos con otras personas.

Y mejor lo voy dejando ya, porque ni es mi estilo, ni es mi tono, ni es a lo que os tengo acostumbrados ni son horas. Sobre todo no son horas (y lo subrayo por si no ha quedado claro). Simplemente sentía la necesidad de 'soltar' todo el batiburrillo de sensaciones que me ha desbordado (desventajas de ser emocionalmente simple) antes de irme a dormir.

lunes, 19 de mayo de 2014

Hacienda somos todos... menos el creador del programa PADRE

¿Qué mejor plan para un sábado por la mañana que hacer la declaración de la renta? Si además no tienes ni puta idea, como es mi caso, y tu ordenador no está por colaborar con la Agencia Tributaria, ya puede ser la juerga.

Cuenta la leyenda que el programa PADRE, esa aberración infernal con la que tenemos que hacer la declaración de la renta, está compuesto por parches y más parches sobre un código que nadie entiende y que nadie se atreve a tocar. Añadiría que Hacienda se pasó por el forro todos los criterios de la lógica a la hora de ordenar las diferentes casillas de la declaración, llegando a situaciones tan divertidas como que para poder rellenar un dato que aparece en la página 40 tengas que poner datos en la página 3, en la 50 y en la 56.

Tras una mañana muy amena, saqué las siguientes conclusiones:

  1. El que creó el programa PADRE era un hijo de puta muy grande que odiaba a la humanidad.
  2. La Agencia Tributaria se lleva mal con Google.
  3. Bill Gates y el zorro del Firefox tienen participación en la Agencia Tributaria.
  4. Ser mileurista independizada menor de 35 desgrava. Mucho.
  5. Apoyar el Año Internacional de la Dieta Mediterránea, la candidatura de Madrid 2020, el VIII centenario de la peregrinación de San Francisco de Asís a Santiago de Compostela y el Campeonato de Ciclismo en Carretera de Ponferrada desgrava más que ser mileurista independizada.
  6. El programa PADRE tiene una extraña obsesión por los rendimientos derivados de la venta de bienes corporales producidos en Canarias.
  7. Todo desgrava, menos lo que tú has hecho en el pasado ejercicio fiscal.

miércoles, 2 de abril de 2014

Entrenamiento para torpes: día 2

Matización: "día 2" no quiere decir que no haya vuelto a pisar el gimnasio ni a calzarme las deportivas desde el día 1, sólo que hasta hoy no ha vuelto a haber entrenamiento mortal.

Empecemos por las conclusiones: creo que de aquí a un par de semanas voy a acabar con las manos como las de un estibador noruego y que mañana tendré que evitar reírme porque ya estoy previendo que va a doler, y mucho. Eso sí, con esto ya tengo hecha la "operación bikini" más que de sobra.

Hoy me han asignado como entrenador a un becario de FP que creo que lo ha pasado peor que yo. Pero me he propuesto que se vaya de las prácticas habiendo conseguido algo. Si puede enseñar a una torpe redomada como yo a subir y bajar por una cuerda sin despellejarse las manos, el resto está tirado (aunque dice que le parece muy difícil dar una clase de zumba).

El cambio de técnica (de la jodida a la asequible, concretamente) ha propiciado un avance más que notable, al menos para mí y mi orgullo. Por ahora no hay que lamentar daños físicos (obviando los que se arreglan con crema hidratante), pero aún no estoy ni cerca de lograr el objetivo al 100%, así que el peligro de hostión todavía no ha pasado.

Casualmente, hoy el Pantone del día es el Rapture Rose (17-1929), que según Pantone es "sensual, ingenioso y dramático", pero también uno de los tonos por los que han pasado las palmas de mis manos en el transcurso de recuperar su color y textura normales.


viernes, 28 de marzo de 2014

Entrenamiento para torpes: día 1

Un buen día, sin venir a cuento, los astros se alinearon y mi padre decidió que iba a perder la tripa (los michelines nunca le han molestado, pero dice que por lo de tener tripa no pasa), mi madre se apuntó a pilates y a mí me liaron para apuntarme a una carrera de obstáculos. Y así, mi padre empezó a salir a andar (próximamente será correr, o eso dice), mi madre se compró toda una colección de accesorios muy cuquis marca Decathlon y yo decidí que en algún momento tendría que empezar a entrenar un poco en serio. Ese momento ha llegado y hoy sin avisar, como las malas visitas.

Después de cuatro días de gripazo, infusiones y Paracetamol, por fin me he encontrado en condiciones para levantarme de la cama a una hora decente (siempre según mis estándares de persona que trabaja por la tarde), me he enfundado las mallas y he bajado al gimnasio.

Nada más entrar por la puerta me ha caído la primera:

Laura: ¡Hola!
Profe: ¡Hola Laura! En quince minutos empezamos con la cuerda.


Por resumir la 'clase' de esta mañana, digamos que hay tres formas de hacer las cosas: la fácil, la difícil y la jodida. Mi profe ha decidido empezar por la jodida y el resultado podía ser más desastroso, pero no por mucho. Menos mal que siempre hay algún bombero cerca para mejorar la media.

Ahora tengo dos mantras: "La cuerda de la carrera tiene nudos" y "Me quedan dos meses para aprender a trepar".

miércoles, 12 de febrero de 2014

Interiorismo carpetovetónico

Una cosa que aún no he comentado de mi casa (al menos por escrito) es la decoración. La ausencia de reformas ha permitido que ciertos elementos castizos sobrevivan a lo largo de las décadas para encontrar cosas que bien podrían estar en la casa de mi abuela.

El más alarmante, bajo mi punto de vista, son los sanitarios de color. En un momento dado, los señores diseñadores de Roca decidieron que era la hora de innovar, sacaron la pantonera y empezaron a elegir colores al azar (me niego a pensar que la selección estuviera razonada) para alegrar nuestros momentos en el baño. Así, encontramos lavabos, bañeras y váteres en gamas de colores impensables, desde el visón hasta el azul marino. Entre toda esa gama de colores, en mi casa tuvo que caer el rosa. Sí, tengo un váter rosa…

Otro elemento que no puede faltar en ninguna vivienda, especialmente si es de alquiler, es un mueble feo. Si tienes suerte, como yo, te tocarán dos muebles feos. Como hay que diferenciarlos de alguna manera, uno es “el armario de Narnia” y otro “el mueble feo” (así, sin más). El primero es el que más fans tiene, he de reconocerlo. Al principio, en los tours a amigos y conocidos por la casa (que duran unos tres minutos, la mayor parte para alabar la estantería colgante que compré por 9 euros en el Lidl para el cuarto de baño), explicaba que entrabas en Madrid y salías en Borgin & Bourkes, pero la gente prefirió llamarlo espontáneamente “el armario de Narnia”, y así se quedó.

“El armario de Narnia” tiene tanto éxito que mi padre siempre entra al despacho a visitar “el armario de Narnia” cuando viene a casa, como si fuera uno más de la familia. El otro día tuve que sacarlo a rastras del despacho mientras él protestaba: “¡Quiero tocarlo!” - “¡Que no! Vamos a tomar una cerveza” - “Pero… ¡quiero tocarlo!”. Que no, coño, vamos a tomar una cerveza al bar de abajo, a ver si el armario te va a absorber y vas a salir en cualquier otro lugar del mundo y luego es un pollo traerte de vuelta. Y es que detrás de las maletas, la plancha, el maxipack ahorro de rollos de papel higiénico y las cosas que se deja la gente olvidadas en mi casa puede haber cualquier cosa.

Lo bueno de los muebles feos es que distraen la atención de otras cosas, como el suelo. Alguna mente pensante decidió que el parqué sólo tenía desventajas (es caro, se raya con sólo mirarlo, hay que acuchillarlo, se limpia fatal…) e inventó un sucedáneo ‘low cost’, fácil de limpiar y resistente: el sintasol. De todas las variedades de sintasol que pueblan las tiendas de bricolaje de España, tengo que decir que me tocó una variedad disimulada. De hecho, si no fuera por los cortes horrendos en el suelo entre plancha y plancha, hasta daría el pego. Con el sintasol, las apuestas son qué hay debajo. Mi madre dice que terrazo, yo digo que cemento. Mi padre sigue pensando en barnizar el armario.

sábado, 18 de enero de 2014

Viernes

Hoy (o ya casi se podría decir "ayer"):

he llegado tarde al trabajo porque no venía el metro; me he enterado de que ha habido un despido; me he enterado de que otra persona se va a vivir a otro país; he conseguido entrevistar a un tipo al que llevaba persiguiendo tres días porque me dio hora para la entrevista telefónica pero no me dio su número de teléfono; me he encontrado con "el bonico del tó"; he estado con La Vaga, en visita exprés e inesperada (ella es la primera que no se lo esperaba); me he vuelto a encontrar con "el bonico del tó"; he perdido nueve minutos de mi vida esperando un metro porque me he equivocado de dirección, y he ido en el metro con El Chino Gayer del Flequillo Teñido, de la peluquería china "con sorpresa".

No sé si irme a dormir o esperar un rato, a ver si pasa algo más (por curiosidad más que nada).