jueves, 4 de julio de 2013

Vacaciones en la Costa Marrón

¿Os habéis dado cuenta de que no he publicado ni un solo post desde que empecé mi vida de independizada? Yo sí. Estaréis todos pensando que, desde entonces, mi vida es apasionante y un no parar de soirées y otro tipo de eventos sociales cargados de glamour y pirámides de Ferrero Rocher (pero de verdad, no de poliespán, como las que ponen en el Alcampo en la campaña de Navidad), monóculos, vestidos de cóctel y cuartetos de cuerda.

Nada más lejos de la realidad, porque si algo soy es el paradigma del mileurismo. Mi vida transcurre tranquilamente de casa al trabajo y del trabajo a casa, con alguna escapada mañanera al gimnasio, sobre todo desde que me he aficionado al pilates. Eso sí, con horarios menos criminales, que eso de vivir más cerca se tenía que notar de alguna manera. Los ratos libres que me quedan entre tanto desenfreno los utilizo, además de para hacer pilates añorando una flexibilidad que nunca tuve ni tendré y descargar series ilegalmente, para limpiar. Mi madre cree que me he convertido en una limpiadora compulsiva, calificativo que, viniendo precisamente de ella, debería preocuparme.

Pero ahora estoy de vacaciones y, con ese espíritu viajero que tanto me caracteriza, he decidido aparcar la aspiradora (que compré hace dos días tras una odisea un tanto exasperante) y venirme de vacaciones a esa zona tan pintoresca de Madrid que es la Costa Marrón. Vamos, que ahora mismo estoy en casa de mis padres, gorroneando piscina y aire acondicionado (con su consentimiento, puntualizo).

Pues sí, sé que he rebajado un poco (bastante) mis exigencias, pero este año ya crucé la frontera en marzo (a Baviera, lugar sobre el que puedo asegurar que todo lo que os digan es cierto, para bien y para mal) y la volveré a cruzar en septiembre, arrastrando conmigo a mis padres, que sólo han salido de España para comprar toallas en Portugal y quizá alguna vez hayan cruzado a Andorra y al Pirineo francés en sus tiempos mozos.

Y con estos cuatro párrafos mal tirados, ya he cumplido. Como dice mi amiga tocaya, después de todo el día escribiendo en el trabajo, lo que menos apetece es continuar escribiendo.