miércoles, 26 de enero de 2011

Tiempos de cambio

Estoy escribiendo esta entrada con cierto recelo, porque, esta semana, cada día en el trabajo es una nueva aventura y tengo miedo de que mañana pase algo aún más grave y se me quede el post desactualizado. Al menos hoy he salido de día, que era algo que hacía mucho tiempo que no me sucedía (tanto que ni me acuerdo).

La mejor manera de contar esta historia será en orden estrictamente cronológico y separado por días, así vamos a ello.


Lunes: ¿Planillo? ¿Qué es un planillo?

Para no perdernos con la organización de mi empresa, diré que, en lo que a mí respecta, se puede organizar de la siguiente manera: dueño, jefe 1, jefe 2, jefa y el resto. El dueño sería el que paga nuestros sueldos, por eso lo he puesto en el primer lugar. Además, es el único que puede darles la patada en el culo a los jefes, así que es lógico que esté en la posición más alta del organigrama.

Mi jefa es la que todos los días se enfrenta a la ardua tarea de confeccionar el planillo. Para los no iniciados en el mundo del periodismo, un planillo es un montón de papeles en el que se pintan las hojas con las secciones y la publicidad. Colocar la publicidad en los planillos suele ser todo un desafío, sobre todo desde que el jefe 1 tuvo la idea de poner una serie de páginas en blanco y negro, en las que no podemos meter publicidad porque los anunciantes pagan por aparecer en color. Pero eso es otra historia.

El lunes llegué al trabajo y me encontré a mi jefa en su mesa, con las páginas del planillo y la tabla de publicidad de ese día delante y cara de decir "¿y yo qué cojones hago con esto?".

Laura - ¡Wenas! Uy, qué cara... ¿Qué ocurre?
Jefa - Nada, que jefe 1 ha añadido ocho páginas al periódico de hoy y no hay publicidad para tanto.
Laura - Ni contenido. ¿Cómo vamos a llenar ocho páginas más, si en enero no ocurre nada y apenas tenemos para llenar todos los días?
Jefa - Pues piensan meter seis páginas sobre el congreso del pepé.
Laura - ¿Pero eso da para seis páginas? [al margen de que eso sólo nos quitaría el marrón de hacer cuatro páginas]
Jefa - Yo qué sé.

Una vez hecho el planillo, de pronto el reportaje de seis páginas ya no ocupaba seis páginas (ocupaba menos) y una de las páginas de la sección de Opinión mutó a Internacional (lo sé porque me tocó hacerla antes de irme a casa). Y digo yo, ¿para qué se molestan mi jefa y el comercial de publi en cuadrar todos los días un planillo, si luego se lo van cambiando a lo largo del día?


Martes: Ya lo publicaremos mañana

Igual que todos los días, llego y me encuentro a mi jefa haciendo el planillo del día. Vamos, lo habitual. A las dos y pico, cuando ya estaban todos los temas decididos y le habíamos guardado espacio a una entrevista de dos páginas que iban a hacerle los jefes 1 y 2 a un político local, de pronto me doy cuenta de que mi jefa está hablando por teléfono con el jefe 1.

Jefa - Te mato... pero muerto 'matao'...¿cómo que no se puede publicar hoy?... ¿y ahora qué hacemos?... joder, pero esto me lo tendrías que haber avisado antes
(y así siguió la conversación durante un rato)

Laura - ¿Qué pasa?
Jefa - Que no se puede publicar la entrevista. La han dejado para mañana.
Laura - ¿Y esas dos páginas?

Decidimos que lo mejor era tomarse la vida con calma, porque teníamos que esperar a que ocurrieran una serie de cosas para poder escribir sobre ellas y no podíamos empezar a trabajar. Mi jefa y mi compañera decidieron que era un buen momento para ir a recoger las facturas de un medio con el que colaboran, así que nos abrigamos bien y nos fuimos de excursión en busca de los papeles atrasados.

Allí conocí "el ascensor que sólo sube" (y tampoco es que se le dé muy bien subir) y a gente nueva. Una de esas personas que formaban parte del grupo de gente nueva tenía cerca un ejemplar de nuestro periódico y empezó a preguntarnos por los últimos cambios, que en gran parte van en el diseño pero también en los contenidos.

Chica del otro medio - ¿Pero qué le habéis hecho al periódico?
Jefa - Nosotros nada
Chica del otro medio - ¿La nueva dirección?
Compañera - ¿Tú qué crees?
Chica del otro medio - Es que ya no es local. Porque tú antes cogías, abrías el periódico y aparecía la información local. Pero ahora te pones a pasar páginas [pasa una página] y páginas [pasa otra página] y páginas [pasa otra página] y páginas [pasa otra página] y aquí no aparece lo local por ningún lado
(y, efectivamente, lo local no aparecía por ningún lado)
Jefa - Bueno, ahora tienes el cuadernillo central [desmonta el periódico y saca un cuadernillo de doce páginas]
Chica del otro medio - Jolín, pero está lleno de publicidad. ¿Y cuántos sois ahora en redacción?
Jefa - Pues... ella [me señala], ella [señala a mi compañera] y yo. Tres.
Chica del otro medio [al borde del colapso] - ¿¿¿Tres???
Laura - Bueno, y dos colaboradores externos.

A pesar de ponernos a escribir casi a las cuatro de la tarde, no se nos dio tan mal como cabría esperar. También el secuestro por mi parte de un radiador eléctrico hizo que la jornada fuera más llevadera y aprendí una valiosa lección: no se pueden enchufar los radiadores a las baterías porque la batería se sobrecarga y salta.


Miércoles: Pocas luces

Esta mañana, antes de irme al trabajo, he entrado en feisbuk (esa red social de la que ahora también forma parte mi madre) y he visto esto:


Es decir, que anoche saltaron los plomos. Esta mañana, cuando he llegado al trabajo, me he encontrado a mi jefa, a mi compañera y la secretaria con unos alargadores que estaban conectados a algún enchufe del edificio, gracias a que el guardia de seguridad les ha hecho el favor para que pudiéramos trabajar. Estaban decidiendo cómo colocar los enchufes y alargaderas disponibles para que llegara la corriente al router, a los ordenadores y a la impresora, que es lo básico que necesitamos para poder hacer el periódico.

Lamentablemente, entre lo básico para poder hacer un periódico no se encuentra la calefacción ni la iluminación artificial. Eso significa que hoy había que acabar antes de que nos congeláramos o de que se hiciera de noche, lo que antes sucediera. Para evitar la congelación, mi jefa, que vive cerca del trabajo, ha llamado a su novio, que se ha presentado en la redacción con dos bolsas llenas de forros polares, bufandas, guantes, chaquetas de lana y hasta gorros.

Cuando ya teníamos todo organizado y estábamos trabajando, ha aparecido el jefe 1, que ha decidido que no podíamos estar sin calefacción. Le hemos explicado de todas las maneras posibles que no podía enchufar los radiadores eléctricos, porque sobrecargarían la instalación, y que ya bastante que el segurata nos había hecho el favor de dejarnos rapiñar electricidad como para encima arriesgarnos a dejar sin luz a todo el edificio. Segundos después, las baterías han empezado a pitar como posesas para avisarnos de que fuéramos guardando lo que quiera que estábamos haciendo y hemos visto que el jefe 1, haciendo caso omiso de todas nuestras advertencias, había intentado enchufar tres radiadores. A veces tiene ideas tan potentes que funde los plomos.

Jefe 1 (a mi jefa) - Anda, baja a avisar al de seguridad.
Jefa - ¡Sí, hombre! Bajas tú y se lo explicas [sospecho que, mientras decía esto, estaba pensando "encima que casi te cargas la instalación del edificio, voy a ir yo a dar la cara"].

Después le explicamos que teníamos que darnos prisa porque sin luz no se podía trabajar y en invierno anochece pronto.

Jefe 1- Pues trabajamos con lámparas.
Laura - No vamos trabajar con lámparas, nos damos prisa y terminamos antes de que anochezca.
Jefe 1 - ¿Por qué? Antiguamente la gente usaba lámparas, incluso velas. Podemos poner velas.
Laura - Claro, así además echamos a arder [por no mencionar el fresquete que hace en la Sierra cuando se pone el sol].
Compañera - Esto hay que hacerlo ya. Cuanto antes acabemos, mejor.
Jefe 1 - Pues jefe 2 no viene hasta las nueve.
Compañera - Bueno, que nos mande la entrevista de ayer y la vamos metiendo, así ganamos tiempo.
Jefe 1 - La entrevista no está hecha.
Jefa - Pero si era la que íbamos a publicar ayer.

Al final nos hemos dado prisa y antes de comer ya estaba medio periódico hecho, lo que ha permitido que me marchara a casa aún de día. Si hubiera llegado a casa cinco minutos antes, hasta me hubiera dado tiempo a ir a la piscina.

viernes, 21 de enero de 2011

Feng shui

Ante la inminente llegada de las alergias, no me ha quedado más remedio que ponerme a reordenar mi cuarto para reducir la cantidad de polvo y de objetos que puedan acumularlo, que ya tengo bastante con el plátano de enfrente de mi ventana y la humedad del cuarto del fondo como para encima generar más alérgenos.

A diferencia de la reestructuración de cajones de Irene, la mía no ha sido nada sentimental: no he encontrado más que mierda que no simbolizaba ningún momento de mi pasado, a excepción de unas entradas de cine de una peli muy mala (que a pesar del tiempo aún no se habían borrado, fíjate tú) y un par de fotos del año de maricastaña. Ni que decir tiene que todo eso ha terminado en la bolsa de reciclaje sin ningún trauma ni estremecimiento por mi parte. Hay quien dice que acumular cosas es síntoma de que agarrarse al pasado para no afrontar el presente pero en mi caso es una mezcla de dejadez y vaciarse los bolsillos en cualquier sitio.

Lo preocupante no sólo ha sido sacar una bolsa de reciclaje, otra de papel y media de "resto de residuos" de seis cajones y dos estanterías, ha sido darme cuenta de que acumulo una cantidad inmensa de cosas que en su momento me interesaban o consideraba necesarias. En esa categoría entran periódicos y revistas en varios idiomas (han aparecido cosas hasta en italiano y sueco), pero también garantías y tickets de cosas compradas y/o regaladas, por si había algún problema con ellas, pero que ya no sirven para nada. También he encontrado cosas que alguien dejó en mi habitación arbitrariamentey que no son mías, como papeles con la criptográfica letra de mi padre. Sí claro, encima que tengo poca mierda, tengo que cargar con la de los demás.

Otra cosa preocupante que ha aparecido durante la limpieza ha sido una amplia colección de alcayatas. Sí, esas cosas que se usan para colgar los cuadros. Varias alcayatas, de hecho. No ha sido un hecho aislado, que es lo que hace que la aparición de estos pequeños objetos sea intrigante. Prefiero no saber cómo habrán llegado allí aunque una posibilidad es que alguna parte de mi cuarto forme parte del llamado "universo paralelo de los objetos perdidos" y que uno de los cajones de mi mesilla sea el lugar al que van a parar las alcayatas cuando se pierden. Si alguien tiene en su casa el cajón correspondiente a las gafas, ruego que me avise, que llevo tiempo buscando unas gafas de sol marrones de montura metálica y mis gafas de repuesto (de pasta negra y con muchas dioptrías.

No sé si mi madre se habrá quedado contenta con la reorganización, porque, en su particular uso del castellano, uitiliza "organizado" como sinónimo de "oculto". Eso quiere decir que mi pila de libros de ruso, pulcramente construida sobre un lateral de mi escritorio y que no pienso mover porque es algo que uso y quiero tener a mano, equivale a desorganización. Sin embargo, sus cajones están ordenadísimos porque no se ve lo que hay dentro, aunque cada vez que necesito algo de ellos tengo miedo a perder la mano o a que algo vivo me salte a la cara cual alien y utilice mi cuerpo como nido para sus malignas crías.

Mientras sacaba cosas iba aspirando y quitando polvo (con un paño húmedo, que es como debemos hacerlo los alérgicos) de las superficies libres y de los objetos que han sobrevivido a la criba. Incluso he seleccionado una "caja de los pongos" (pero mucho más pequeña que la que tienen mis padres en el trastero) para guardar todo lo que he quitado de la estantería de los pongos. Tras una breve selección, han sobrevivido el pongo chino macabro, una bruja que me regalaron al final del Camino de Santiago (se supone que es para tener suerte en el trabajo; La Vaga tiene una igual y mira cómo nos ha ido), la velita navideña de La Vaga, un perfumero egipcio que me trajo Ruth y un vasito que utilizo para dejar las horquillas del pelo.

Lamentablemente, todos mis intentos por neutralizar a los ácaros han sido contraproducentes. Más bien creo que se han cabreado, se han revolucionado y ahora surcan velozmente mi habitación en un intento de ahogarme como venganza por la masacre de esta mañana.

Mi madre - ¿Ves como ahora se respira mejor?

viernes, 14 de enero de 2011

Regalos, regalos, regalos (vol. II)

Y llegaron los Reyes Majos. Pero llegaron por entregas. La primera podría considerarse los regalitos que me trajeron La Vaga y Patri en sus respectivas visitas. La segunda, el propio día de reyes, que no es que estuvieran demasiado generosos: dos autorregalos (empiezo a pensar que es cierto eso de que es importante quererse a uno mismo) y un vestido monérrimo de Desigual. Es el segundo año que me cae un vestido de Desigual, con lo que empiezo a pensar que los Reyes Majos no saben muy bien cómo acertar conmigo.

El día 7 Gamab me regaló una colonia (un clásico de los regalos navideños) y el día 8 tocó reunión familiar, niños plastas incluídos. Esta vez no tuvimos instintos homicidas con ninguno pero descubrí que la más pequeña, que tendrá como unos 9 meses, ya es sádica. Lo supe por el brillo maléfico de sus ojos al clavarme, a la vez y con alevosía, las diez uñitas de sus maños en el brazo. Ésta se la guardo para cuando sea mayor.

En esa ocasión, además de mangarle tres pelis al marido de mi prima, descubrir que no me había devuelto Sweeney Todd (aunque el juraba y perjuraba que sí), jartarme a chocolate caliente y sufrir viendo cómo visten a mis primos pequeños con ropa que ya estaba pasada de moda en los tiempos de Cuéntame, recibí una chaqueta marrón muy mona. Lástima que tenga que ir a devolverla, porque es de las que pican. Y que nadie me venga con eso de que si pica es de lana buena, que sí es así prefiero la mala.

Luego, los Reyes (véase mi madre) se fueron de rebajas y trajeron más regalos: el tradicional pack de ropa interior (que no puede faltar en ninguna casa por estas fechas) y unas zapatillas de andar por casa de vampiros. Sí, mi madre me ha comprado unas zapatillas de vampiros. Concretamente, éstas:


Ayer, los Reyes Majos (de nuevo mi madre) volvieron a las rebajas y me trajeron un pijama, que es otra cosa que tampoco puede faltar por estas fechas.

Además hoy he ido a correos a recoger un regalo alcohólico de los señores Justerini & Brooks (más conocidos como J&B), que me obsequiaron con... vamos a abrirlo:






¡Un kit Manhattan! Esto hace que la colección de regalos alcohólicos ascienda a dos y la de trastos que llevarme cuando me independice se sumentres vasos de cóctel (ya tengo un tazón de vaca de Pizza Hut, las tazas y los posavasos de Forges, los vasos de Kukuxumusu y un juego de toallas azules). Además, dentro del pack venía un cedé muy animadillo.

miércoles, 5 de enero de 2011

Frase de la semana

Ya sé que no voy a frase por semana pero es por mantener el espíritu de la sección. La frase de esta semana es mía y la solté ayer, entre el programa completo de la Red Itiner para 2011 e incontables cabalgatas de Reyes, y es la siguiente:

"Podría haber salvado al mundo pero me quedé sin batería"

Gamab tiene la teoría de que el medio en el que estoy ahora se va a ir a la porra basándose en la idea de que empresa en la que entro, empresa que se va al garete. No le culpo por pensar eso, porque los sitios en los que he trabajado quedaron más o menos así:
  • Radio: empezó vendiendo algunas de sus emisoras y después todo el grupo de comunicación al que pertenece tuvo un ERE bastante gordo.
  • Web: no es que tuviera una gran audiencia, la verdad, pero cuando empezaron a llegarme noticias de que habían echado a gente la cosa se puso preocupante.
  • Periódico: otro ERE, también a lo grande. Esto no fue por la crisis, que llevaban tiempo en situación dudosa. Se conoce que con la mala situación económica, aunque fueran igual (de mal) que siempre, se liaron la manta en la cabeza y empezaron a recortar.
Y ahora no recuerdo más.

Según Gamab, podría haber intentado a trabajar en el departamento de producción de Telecinco, hacer que cayera en desgracia y haber salvado a la humanidad de cosas como "Sálvame" (el nombre del programa no deja de ser irónico) y todos sus derivados. Entonces caí en la cuenta de que, de hecho, podría haber sido posible.

Resulta que hace unos años, cuando aún estaba en la universidad, recibí una llamada para trabajar en "Está pasando", también conocido como "El programa de El Tirantes y La Otra" (por cierto, El Tirantes hizo la carrera con mi jefa). Lamentablemente, me quedé sin batería a mitad de la llamada y perdí mi oportunidad de hacer algo grande por el mundo: salvarnos a todos de la telebasura vespertina de Telecinco.